Monday, January 11, 2010

Mi chal


Aquí estoy de vuelta, queridas amigas.  Con nueva visión, un poco de energía (tengo al bebé malito y casi no he dormido, pero esa es otra historia) y mucho agradecimiento en mi corazón por las misericordias de nuestro buen Dios.  ¿Cómo han estado?  Por lo que sé, todo el mundo está con frío.  Aquí no es nuevo, pero ha sido la semana más fría del invierno. 

El otro día encontré una bufanda que alguien le regaló a Ben hace varios años, es bien ancha y larga y me pareció una buena adición a mi guardarropa.  La he estado usando como chal.  Es de lana gruesa y me mantiene bien calientita… hasta que me muevo.  ¡El dichoso “chal” se ha vuelto el artículo de vestir más complicado de mantener puesto!  Se me resbala de los brazos, me cuelga sobre la retaguardia, lo arrastro y al final, aunque me encanta cómo me calienta… ¡cuando lo logro mantener puesto!

Pero todo este estira y encoje con el tal chal me ha puesto a pensar… ¿no sucede lo mismo con todo lo que vale la pena?  Desde las actitudes positivas, las virtudes y la presencia misma de Dios… cómo cuesta tenerlas “puestas” todo el día.  Sin embargo, cuando logramos que el amor de Dios cubra nuestros “lomos” y se extienda con nuestros brazos a tocar todo lo que hacemos.  ¡Qué diferentes serían nuestros días!  ¡Cuánta paciencia tendríamos!  Mi reto y mi oración personal esta temporada es lograr permearme de la presencia y el amor de Dios cada día, envolverme en ellos y caminar en ellos cada minuto del día y ser de bendición para mi esposo, mis hijos y ¡quienquiera que me salga al encuentro!  ¡Que tengan una buena semana y, si se acuerdan, prueben a andar con un chal para estos fríos!

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